Me he perdido…

No sé si has experimentado alguna vez el estar perdido, tal vez eres de esos que llevas GPS a todas partes o eres de los que prefieren asumir riesgos, pues ante esas circunstancias vienes reforzado por alguna experiencia, por la sorpresa o la novedad de lo inesperado.

De nuevo mis pensamientos, van a esos recuerdos de infancia, cuando esperábamos con ilusión los campamentos de verano, esos que nos han dejado una huella de respeto y admiración por la naturaleza. Era ahí, en esas salidas, cuando en un segundo uno podía perderse ante  la inmesidad de la naturaleza,  descubrir su pequeñez  y empezar a dar alas a esos fantasmas. Fantasmas que también podían aparecer cuando nos perdíamos en esa gran multidud de gente, miradas diferentes a las de nuestros padres, y de nuevo esas sensación de aungustía que se recuperaba cuando nos reencontrábamos.

Hoy por el contrario,  somos «adultos» autosuficientes, seguros en nuestros caparazones, creemos saberlo y controlarlo todo, no nos cabe un rasquicio de inseguridad en nuestros caminos. Pero siempre no es así, el camino no es siempre recto, a veces aparecen curvas, baches y de nuevo nos sentimos pérdidos ante diferentes acontecimientos de la vida. Buscamos el apoyo de los nuestros, pero no siempre están ahí, nos pueden fallar, y de nuevo podemos experimentar la  soledad..

Pero gracias a Dios, tengo un padre «chachipiruli», que cuando me pierdo siempre me busca, me llama una y otra vez por mi nombre, no se cansa de buscar en cada rincón, en cada esquina.. y una vez que me ha encontrado, me hace una fiesta, si.. a lo grande, sin tener en cuenta todos mis tropiezos y meteduras de pata.  Me llena de besos, me abraza… y uff… me siento de nuevo en casa, con ese olor a hogar… y con una sonrisa y  unos brazos abiertos me dice ¡BIENVENIDO A CASA!

padre e hijo

Dale la vuelta

A veces me cuesta entender esos enfrentamientos que se producen por las ideas, como son tan fuertes los posicionamientos ideológicos, como unos y otros caemos en esta trampa de la intolerancia. Es difícil cuando no se respetan los mínimos, esos mínimos que como dice Adela Cortina, son los necesarios para encontrar un poco de paz y poder respirar. Una ética de mínimos que no deben de ser cuestionables, porque  son  derechos universales. Derechos que cada vez quedan mermados y arrinconado, donde la dignidad humana muchas veces está al margen y no es defendida por los propios organismos internacionales, aquellos que promulgan el bien común, la tolerancia y la justicia.

Me parece que vivimos en “el mundo al revés”, lo que incomoda, lo débil, lo imperfecto, lo frágil es desechado, no encaja. El enfermo, el que sufre ¿qué aporta? ¿Solo gasto para la sanidad? El anciano queda también excluido, ¿de nada sirve su experiencia, sus lecciones de vida?, mejor que viva en silencio o ¿por qué no adelantar su muerte para que no sufra? ¿ y el joven, el  parado? al que le cierran las puertas y oportunidades, donde muchas veces flojea y sus sueños quedan enterrados perdiendo la esperanza. ¿y esos niños que sólo buscan el cariño y el amor de unos padres? Son ellos los que pueden devolver la ternura y el amor, pero muchas veces su voz queda rota, sus latidos no cuentan, sin darles esa oportunidad a la vida, sujetos a circunstancias, miedos, prejuicios y mentiras.

La vida es el mejor regalo, un regalo que a veces descuidamos, sostenida de un hilo de aquellos que se creen con derecho a decidir por otros, de  aquellos que saben manejarlos. Nosotros simples marionetas de un circo, nos cuesta ir contracorriente  y es cuando uno toca fondo, sin encontrar respuestas. Busco otras formas, otras alternativas de querer cambiar,  de no conformarme sólo con mínimos si no con máximos, de encontrar razones para darle la vuelta y la encuentro con Aquel que siendo el primero, se puso a servir.

mundo-al-reves

¿Qué es el miedo?

Creo que todos hemos experimentado esa sensación de vértigo ante algunas situaciones.

El miedo está muy presente ante las pérdidas que tenemos a lo largo de la vida, tenemos miedo a que  nos rechacen, a que no nos tengan en cuenta, a la ruptura, al que dirán,  al fracaso. El miedo es esa falta de confianza que nos paraliza y nos bloquea, siéndonos seguros, en “mi equipo”,  sólo en nuestro pequeño caparazón que nos encorseta y no nos permite realizarnos.

Creo que no se trata de lanzarse sin más, sino de amar esas sombras, esas partes de nosotros que nos impiden crecer, para eso se necesita un proceso de auto-conocimiento.

El miedo tiene mucho que ver con la autoestima, nuestra inseguridad, nuestra duda se apodera de nosotros dando alas a ese sentimiento de angustia. El miedo es la falta de fe en nosotros mismos y en los demás. Nuestra imagen se va construyendo con las opiniones de los otros, necesitamos que nos valoren, sentirnos acompañados, pero muchas veces somos los primeros que etiquetamos, que tenemos prejuicios y la imagen de nosotros mismos y de los demás queda distorsionada y lo peor de todo es que perdemos la de libertad.

La libertad es encontrarte con el origen de todo tu ser, de sentirte pleno, de amar tus luces y sombras. La libertad te hace sentir confiado, es la antítesis del miedo. Es cuando uno siente la llamada a la plenitud y es capaz de quitarse todas sus máscaras. ¡Atrévete!